Caminaba por la borda en dirección a la piscina, sintiendo la fría brisa de la noche despeinar mis cabellos y rozar mis mejillas, enfriando mi piel a causa de la baja temperatura, inusual en verano, pero aún así habitual si se tiene en cuenta que navegabamos en medio del océano cuando ya el reloj marcaría la medianoche en cuestión de minutos. Finalmente, llegué a destino e ingresé a la enorme sala que contenía la piscina, en medio de paredes que en realidad no eran paredes, pues estaban hechas de vidrio que igualmente no dejaban ver nada a los curiosos que pasaban por el exterior.
Cerrando la puerta detrás de mí, disfruté del cambio de temperatura; pues en el interior, con el vapor que emanaba del agua y el ambiente calefaccionado mi cuerpo de verdad agradecía aquel clima tan agradable, en contraposición con el viento que se sentía fuera. Me saqué la campera y la tiré por una silla que ahí había, así como también me quité mi remera, dejando ver la bikini que tenía puesta debajo. Sin embargo, un ruido a mis espaldas me sobresaltó, ¿podía ser posible que alguien hubiera tenido la misma idea que yo aquella noche y se habría dirigido exactamente al mismo lugar? No lo sabía, pero me quedaría a averiguarlo..